El inicio.
Toda relación comienza, muchas acaban y, por tanto, pocas duran. Pero hay algo que muchas tienen en común, el comienzo.
Salir como amigos, cenar, tal vez ir al cine o a la playa, o las dos cosas. Durante mucho tiempo no te habías sentido así, miles de mariposas recorren tu cuerpo desde la cabeza hasta los mismísimos dedos de los pies. Sientes su mirada sobre ti en algún momento y te da por cometer la peor tontería de tu vida, hacer el payaso, algo a lo que todos solemos recurrir, ¿o no es cierto que los graciosos conquistan a cualquiera?. Miles de miradas cruzadas que hacen que se te ponga la piel de gallina y que, por muy parlanchín que seas, no te salga ni una sola palabra.
Por un momento comienzas a apreciar cosas que jamás habías percibido, sus ojos, cómo brillan sus ojos, y, sus labios, se mueven de una manera tan delicada que...lo besaría. Además comienzas a hablar de temas como la música, las películas... y te das cuenta de que, compartes muchas cosas, que tiene más de lo que tú has visto y que, es sorprendentemente agradable.
Terminas riéndote de cualquiera de sus chistes, porque realmente te hace gracia la situación, y te cuestionas si deberías dar el paso tú o no. ¿Qué pensará? ¿Cómo acabará todo? ¿Lo hago o no?
Puedes dar el paso o no pero, tal y como he oído en alguna parte, si vuelve ese amor es tuyo y si no vuelve, nunca fue tuyo.
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