viernes, 13 de mayo de 2011

Una tarde de verano cualquiera

Hoy me he levantado colocando el pie derecho ante el izquierdo, mejor prevenir. Unas tostadas con mantequilla y mermelada estaban colocadas sobre la mesa, la leche estaba en el microondas y el café, recién hecho. Eran ya las diez de la mañana cuando, de una manera repentina, me entraron ganas de darme una ducha con agua bien fría. Tras haber resuelto el problema con el enredo en mi pelo, cogí las llaves del coche, el bikini, y pasé a por mi prima. Mi tía también quiso animarse a nuestra idea de playa, sol, mar y chicos guapos sobre la arena, así que  salió justo delante de nosotras. La música de los 40 principales amenizaba nuestro trayecto, haciendo que bailásemos durante toda la recta que nos dirigía a Playa del Inglés. Yo estaba estupendamente, me encontraba más a gusto que en toda mi vida. ¡Por fin había cogido el coche yo sola! Me había atrevido a conducir sin mi padre a mi lado indicándome cada paso o cada error y, la verdad, no ha estado nada mal. Divisamos un lugar perfecto para aparcar, muy cerca y de fácil acceso. Cuando ya nos habíamos bajado, llegaron a nuestro lado mis primos que, tras un largo camino en bicicleta, estaban muy cansados. Toalla y sombrilla en mano, y sin dejar atrás mi cámara, inmortalizadora de momentos inolvidables, nos dejamos caer sobre el hueco que compartimos, en aquella cálida arena, durante toda una tarde.

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