¡No me lo puedo creer! Allí estabas, con ese inmenso ramo de rosas, tal y como habías prometido. El olor de tu perfume atravesaba mis fosas nasales y…dios, ¡cómo lo echaba de menos! Cuántas noches pasé junto a ti, cuántos momentos me impregne de ese olor que tanto me gustaba. Te miré a los ojos, llorabas como un niño cuando lo separan de su madre, pequeño y frágil, sufriendo sin poder decir palabra alguna. Mis lágrimas habían formado un enorme charco que atravesé para llegar a tus brazos, tus cálidos brazos. Y tus labios, el frío los había dejado lleno de cortes que yo me encargaría de sanar. Ya estabas aquí, el tiempo había pasado lento, muy lento, cada día tachaba un hueco del calendario esperando a que llegase el día de tu vuelta. ¡Cómo te había extrañado! Pero, ya estabas aquí y ya nada podría separarnos, jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario